
Romperse, desaparecer, deshacer, volver al mismo sitio como una sombra, fundir la oscuridad de la sombra, dejar el aura en un estado automático, admirar la belleza de mi oscuridad y quedarme aislado, fuera de tus juicios y tus conversaciones, fuera de tus críticas y tus rutinas, fuera de tu ser para ser una estrella más orbitando.
Tengo a Laniakea en el corazón, en el pulmón, tengo al gran universo dentro de mis neuronas y me da por salir de este mundo, de esta galaxia de dolor y muerte y sufrimiento. No sé si quiera ni dónde estoy así que no se si vas a encontrarme en tu camino algún día. Fuera de tu negatividad, de tus luchas, dónde el mundo sigue girando cómo si no pasara nada, viajando a la velocidad de la luz en nuestros encuentros de silencio. En cada palabra que no tengo ganas de escribirte y aún así me gustaría sentir tu compañía como si no te hubiera visto nunca.
Y es que ahora nos vemos así, cómo si no nos hubiéramos conocido nunca, ni en esta vida ni en pasadas reencarnaciones, ni en futuras. Tu presente pendiente del control y el mío pensando en el caos al que todo tiene tendencia a viajar. El equilibrio del caos, el equilibrio de la entropía. El equilibrio de no querer avanzar y moverme entre sin sentidos que relaciono para encontrar el significado de mi sufrimiento. Con cada decisión pasada y futura tomada en el presente. Conviviendo en tres tiempos, en recuerdos por segundos, ilusiones por minutos y resistiendo las horas, en las emociones de los días, en los objetivos del mes, en el peso de los años.
Pensando que pueden pesar más mis letras que mis años, pensando que después de una pandemia todo el mundo tiene una visión subjetiva del valor de la vida. Para unos es dinero, para otros es familia, para los corazones solitarios el amor que no llegará, para otros un pestañeo, dónde una vez no nos vimos en un segundo ni en un mes ni tuvimos una conversación y aún así pensabas que podrías decidir sobre mi vida, mi modo de vida, mis costumbres, mis cambios a mejor, mis ideas llenas de una cultura que desconoces en la que yo estaba buscando mis orígenes ancestrales, para darle a este cuerpo un perdón y un sentido al sufrimiento. Opcional, prescindible, rechazado y marcado a tener una vida sin valor.
Minimizado a llevar solo una etiqueta, a estar marcado por una etiqueta, como si no tuviera dentro de mis neuronas un universo entero. Como si no tuviera un mundo interior tan grande que pudiera devolverme la fe en la deidad de mi cuerpo. Cómo si no me hubiera sentido unido a cada partícula de alrededor de mi persona creando una esfera de protección. Cómo nos vamos a entender si no crees que sea capaz de alcanzar el Samadhi tan solo con mi concentración en el vacío, ahora que me siento lleno y vacío a la vez. Lleno de paz espiritual que me gusta emitir y vacío de pensamientos.
Me quedo donde no respiro, en los segundos intermitentes del parpadeo de la vida. Supongo que soy solo otra opción para demostrar a este mundo que el mundo interior vale mucho más que tu rechazo y así nos individualizamos y despreciamos al resto de eslabones de la cadena del sistema. Si uno mira dentro y solo ve oscuridad, es quizás porque no está preparado para ver todo el espectro de la luz, otra vez miro dentro y sólo veo mi sombra interior, a veces pasa alguna luz. Pero supongo que no es cuestión de visión, es cuestión de de sentir emociones.
Ya he sentido tantas emociones por minuto que por eso quizás no encuentres mi paz espiritual de sentirme insignificante con un universo dentro de mi ser. Si quieres seguir buscando el fallo espero que también entiendas la lección, la elección, el poder decidir querer proteger a la gente que me cuida cuidándome yo solo. Hasta que un día decidas cuidarte tú sola y me encuentres cuidándote en mis palabras, en mi compañía, hasta que un día decidas que mi presencia sana y cura y renace como un rayo de sol en invierno hace brotar la primavera.